domingo, 21 de febrero de 2016

White

Sabía que Europa estaría en esa piscina de aguas tan claras, que no se podía saber bien si de verdad eran tan níveas o era el reflejo del despejado cielo en la nítida agua.

 Cerré la puerta de madera con la llave de estilo antiguo que me habían dado en recepción, y al salir al pasillo pasaba una chica llevando un mueble bar a una habitación, inundando mis fosas nasales de un aroma a coco. Baje las escaleras en forma de caracol de madera, se podía sentir el calor que desprendía y como quemaba la barra de metal, conforme iba bajando se podía apreciar el paisaje, que dejaba verse a través de un cristal; era tan esplendido, ¿dónde mejor que en este lugar tan afrodisíaco se podría celebrar nuestra luna de miel? Parecía una fantasía, algo inventado hecho a medida para nosotros.


Salí al exterior, y la gente me miraba de arriba a bajo, iban en bañadores y casi todos tenían un tono tostado, no como yo, por eso me mirarían de aquella manera. Seguí un camino que pensaba que llegaba a la piscina, pero, estaba tan atento mirando todo que me despisté de camino y llegué a una playa. La arena estaba limpia, se podía oler el mar, ver a través de él pequeños peces nadando. Me senté en frente de ese inmenso mar, y pensé que sería un buen lugar para quedarse: no había nadie, estaba aislado, era relajante, y tan enorme... Tanto que por mucho que alguien te intentase buscar, nunca lograría encontrarte.


¿Y sabes? Eso fue lo que le dije a Europa al oído mientras le caían lagrimas igual de saladas que aquel afrodisíaco mar.


1 comentario:

  1. Correcciones:
    "mediante iba bajando..." Conforme iba bajando, mejor!!

    María, separa tu texto en párrafos. Por ejemplo, si pasas de una descripción a la narración sepáralo porque así da más claridad a la lectura.

    Lo demás me ha gustado mucho: hay mucho color, olor... adjetivos... Muy bien!

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